miércoles, 23 de agosto de 2017

¿HAY (BUEN) COMPORTAMIENTO ÉTICO INDEPENDIENTE DE DIOS?

La respuesta corta y fácil a la pregunta del título es sí, lo vemos a diario, los ateos son capaces de comportarse correctamente sin necesidad de recurrir a dioses, así como algunos creyentes son capaces de las mayores atrocidades poniendo a dios como excusa. Pero hoy estoy interesado en abordar la pregunta a un nivel más profundo, nivel que está relacionado con la pregunta del título, la cual es un poco más chapucera que la pregunta de fondo: ¿tenemos criterios objetivos al hablar de ética? Me gustaría presentar la propuesta que trae Castañeda en su libro "Pensar y Hacer", junto con unas sospechas y conjeturas personales al respecto, las cuales es posible que Castañeda exponga, pero aún no he llegado a esa parte del libro. Así pues, empecemos.




Hace poco, en una discusión de Facebook, me encontré con una posición algo extraña con respecto al alegato ateo de que no necesitamos a dios para portarnos bien. La persona (o personas, era el perfil de un grupo) con la que estaba discutiendo aseguraba, a grandes rasgos, que, aún cuando uno se declare ateo, ha tenido una crianza inmersa en alguna religión, por lo que su comportamiento será acorde a dicha enseñanza religiosa, aunque la haya abandonado, y por tanto el sustento ético sigue siendo divino. Al mencionarle que mis intuiciones éticas están derivadas del sistema aristotélico, me respondió que la ética aristotélica es teleológica y su telos es el motor inmóvil; en otras palabras, dios. Independientemente de los errores de atribución que estaba cometiendo esta persona al responderme, pareciera que la aspiración de fondo es encontrar un "tercer hombre" que le dé objetividad a la ética porque, de otra manera, si somos nosotros mismos los que determinamos qué es bueno y qué es malo, el asunto se reduce a una cuestión de gustos y escoger entre bueno y malo sería igual a escoger entre pintar mi habitación de amarillo o de rojo.

Esta última intuición no es exclusiva de nuestro testarudo amigo. Varios filósofos han considerado que las discusiones éticas se reducen a discusiones sobre gustos porque no hay hechos éticos, no es posible atribuir valor de verdad a un comportamiento y, por tanto, no sería posible juzgar como objetivamente bueno u objetivamente malo un comportamiento. Por ejemplo, la expresión "matar a Juan" no posee valor de verdad, no es un hecho del mundo del que pueda predicar su verdad o su falsedad, y una vez lo convierto en un hecho del mundo para asignarle valor de verdad, dicha evaluación no me dice nada con respecto a su valor ético; si ya no expreso "matar a Juan" sino "Pedro mató a Juan" como un hecho, puedo evaluar si es cierto o falso que Pedro mató a Juan, pero no puedo evaluar si el hecho de que Pedro haya matado a Juan fue bueno o malo a partir de dicho valor de verdad. La posición de estos filósofos es que, si no podemos atribuir valores de verdad, no podemos juzgar, y si no podemos juzgar, la discusión no tiene sentido porque se reduce, como ya dijimos, a una cuestión de gustos: qué tan bueno o malo me parece a mí que Pedro haya matado a Juan.

Si ese es el escenario en el que estamos, parece imposible no apelar a la necesidad de un evaluador externo que determine qué es lo bueno y lo malo en términos absolutos, de donde nuestro testarudo amigo saca que, si tengo una noción objetiva de bien y mal, necesariamente tuve que haberla sacado de una deidad porque todo lo demás es subjetivo. Para nuestro amigo básicamente es una contradicción señalarse como ateo y al mismo tiempo afirmar que tengo un comportamiento ético; así niegue la existencia de dios, mi comportamiento, obligatoriamente, tiene que estar mediado por dios.

Pero, ¿el hecho de que no pueda atribuir valores de verdad hace que no pueda establecer una discusión racional? Por discusión racional vamos a entender una confrontación de argumentos. Es claro que, cuando estoy jugando con valores de verdad, la discusión racional me conduce a verdades objetivas (que no dependen de mis gustos, mi estado de ánimo, etc.). Si creo que el cambio climático es una farsa inventada por algún poder oculto, puedo discutir racionalmente con alguien que crea que el cambio climático es una realidad; el valor de verdad que tomen las proposiciones en juego en cada uno de los argumentos, sumado a la correcta realización de inferencias según unas reglas lógicas, establecerán cuál de los dos está en lo correcto, y esa verdad a la que lleguemos es independiente de nosotros dos: si el ejercicio se realiza de manera correcta, y si yo soy intelectualmente honesto, me puede carcomer el alma el hecho de estar equivocado, pero al argumento, y a la verdad, les importa un pepino lo que yo sienta o crea y no va a cambiar por esos motivos. Si yo no puedo atribuir valores de verdad y no puedo hacer operaciones de inferencia con elementos éticos, no puedo construir argumentos y no puedo entrar en discusión racional, por lo que, aparentemente, no podemos llegar a ese acuerdo al que llegamos cuando la discusión nos conduce a la verdad.

Aquí entra la propuesta de Castañeda. En los capítulos 3 y 4 de su libro, Castañeda propone que las prescripciones (noemas que no son proposiciones, no tienen valor de verdad) sí pueden usarse para hacer inferencia lógica, porque dichas inferencias no dependen del valor de verdad (en un artículo anterior hablé un poco de noemas, practiciones, prescripciones, proposiciones, etc.). Castañeda señala que en la lógica hay dos enfoques de los cuales se puede partir: el enfoque semántico (empiezo por la verdad y llego a las inferencias) y el enfoque inferencial (empiezo por las inferencias y llego a alguna cosa, en el caso de las proposiciones llego a la noción de verdad). El enfoque inferencial, por tanto, permite preservar las inferencias lógicas sin necesidad de tener una noción de verdad, que es precisamente el problema que tenemos en la ética. ¿Qué significa preservar las inferencias lógicas? Significa que puedo operar con dichos noemas de la misma manera en la que opero con proposiciones solitas: puedo hacer conjunciones, disyunciones, implicaciones, negaciones, modus ponens, tollens, etc.

¿Qué importancia tiene esto para la objetividad de la ética? Para que nos entendamos, podemos comparar, guardando proporciones, las inferencias lógicas con la geometría euclidiana. En la geometría euclidiana, los ángulos internos de un triángulo siempre van a sumar 180 grados, me guste o no, crea en la geometría euclidiana o no. En las inferencias lógicas, si tengo "p entonces q" y acepto "p", sí o sí tengo que aceptar "q", me guste o no, crea en la lógica o no. La lógica es independiente de mí, no le interesan mis creencias u opiniones a la hora de realizar operaciones entre noemas o proposiciones: dado un modus ponens, es obligatorio, si quiero decir que soy un ser humano racional, que me comprometa con la conclusión "q". Esto significa que una ética independiente de dioses (y en general independiente de cualquier evaluador externo) no es simplemente hacer lo que me dé la gana, no se reduce a una cuestión de gustos. Si la propuesta de Castañeda es aceptada, la ética cuenta con un fundamento lógico objetivo que previene dicha reducción. Retomando el ejemplo de pintar mi habitación, yo no tengo que dar explicaciones (no tengo que generar un argumento) para explicar por qué prefiero pintar mi habitación de un color u otro, todo depende de mis gustos; en el caso de la ética, por otra parte, el que yo acepte ciertas cosas (proposiciones, mandatos, prescripciones, intenciones; en general, noemas) me obliga a actuar de una determinada manera; por ejemplo, si yo acepto como verdadero "matar es malo" (una proposición), estoy en la obligación de no matar a Juan (una intención), porque puedo realizar las siguientes inferencias lógicas: "matar es malo" es equivalente a "no matar es bueno" (negación); en "no matar es bueno" puedo instanciar un particular, "Juan", tal que "no matar a Juan es bueno" se deduce lógicamente; "no matar a Juan es bueno" es equivalente a "matar a Juan es malo"; de donde se sigue lógicamente que no debo matar a Juan. 

Si nuestro testarudo amigo es atento podrá recriminarnos de la siguiente manera: "pero eso no me dice nada, porque la proposición de la que parte, "matar es malo", es un designio divino, por lo que igual está fundado en dios y necesita dicha fundamentación". Hasta el momento, la propuesta de Castañeda nos ha mostrado solo una parte del asunto, aunque una muy importante: el sustento objetivo de la ética, en términos lógicos, lo otorga la razón. Basta con que usted sea un ser humano racional para que no termine haciendo lo que se le dé la gana, sino que se rige por unos parámetros objetivos marcados por la inferencia lógica. Ahora debemos abordar el asunto de con qué contenidos realizo dichas inferencias lógicas. Si nos damos cuenta, algo del tipo "matar es malo" es una proposición. Probablemente no es el mejor ejemplo porque es una proposición que se deriva de una serie de argumentos tales que nos lleven a concluir que matar es efectivamente malo, pero lo importante aquí es que es una proposición, lo que significa que se le puede atribuir un valor de verdad. Eso significa que podemos basarnos en hechos para determinar ese valor de verdad, lo que a su vez significa que lo que necesitamos es una buena herramienta que se base en hechos para fundamentar dichas proposiciones y, como no, la mejor herramienta que tenemos para hacer ese trabajo no es dios sino el conocimiento científico. Escogí la proposición "matar es malo, a pesar de ser un mal ejemplo y poder inducir confusiones, porque es una proposición que fácilmente se puede convertir en un mandato: "no matarás". Al escuchar dicho mandato es imposible no pensar en religión, si al igual que yo fueron criados en hogares y sociedades católicas. Sin embargo, dicho mandato se puede fundamentar en otras instituciones; por ejemplo, en normativas sociales, humanas, como los derechos humanos. Ese es precisamente el punto que quiero mencionar, un mandato como "matar es malo" puede salir perfectamente de una inferencia ética (un silogismo práctico si se prefiere), la cual es objetiva en términos lógicos y para la cual podemos usar proposiciones objetivas que carezcan de cualquier observador externo; por ejemplo, hechos científicos que demuestren que matar semejantes es perjudicial para el tejido social, para las redes colaborativas de la sociedad, para la generación de confianza necesaria para la vida humana... yo qué sé; el punto es que es perfectamente posible generar un mandato ético objetivo usando lógica y hechos del mundo.

Esto tiene una consecuencia vital para el entendimiento del proceso de razonamiento práctico: podemos tener razonamientos conflictivos entre sí que deriven de distintas fundamentaciones. Esta es la razón de la existencia de los dilemas éticos, entre otras cosas. Cuando tenemos diferentes sistemas de creencias, conocimientos, prescripciones, etc., podemos tener problemas a la hora de decidir qué hacer. Eso no significa que uno pueda hacer lo que le dé la gana dependiendo de la institución a la que hace caso (religiosa, social, política, etc.), significa que las instituciones se traslapan y pueden generar conflictos. Por ejemplo, si una persona tiene una norma religiosa que le impide trabajar un sábado y en su trabajo se establece una norma que dicta que hay que trabajar todos los sábados, la institución religiosa y la institución laboral entran en conflicto y la persona se ve atrapada en un dilema ético: cumplo con la norma religiosa o con la norma laboral. ¿Cómo determinamos objetivamente qué es lo mejor que puede hacer esa persona? Mi propuesta (desconozco si Castañeda va por el mismo lado) es establecer una jerarquía entre instituciones, tomando como regla que aquella que tenga un alcance más amplio sea la que defina el curso a tomar. Por ejemplo, si una persona tiene un conflicto entre la institución religiosa (personal) y la institución estatal (social), debe cumplir con la institución estatal: si mi religión me dice que debo esclavizar a todo aquel que se peine distinto a mí y las leyes de mi país dicen que no debo esclavizar a nadie, tengo que hacerle caso a las leyes de mi país. En ese sentido, las leyes más generales que tenemos son la declaración universal de los derechos humanos (que son derechos, pero establecen una serie de deberes para que dichos derechos sean respetados), por lo que, en caso de conflicto, siempre deberíamos ceñirnos a ellos para decidir el mejor curso de acción. ¿Qué pasa en el caso de la persona que se debate entre trabajar el sábado o no trabajar? En este caso la afectación solo le atañe a esa persona (o incumple su religión o se queda sin trabajo), en cuyo caso la decisión depende de a qué le quiere dar más peso (obviamente, si la empresa está violando su derecho a la libertad religiosa, podríamos decir que debe cumplir con la ley religiosa y buscar herramientas legales que obliguen a la empresa a respetar sus derechos).

En conclusión, si aceptamos la propuesta, podemos ver que es perfectamente posible dotar de objetividad a la ética sin necesidad de dioses ni evaluadores externos, ya que la fundamentación en la razón garantiza que los conceptos de "bueno"y "malo" no dependen de lo que me dé la gana hacer sino de lo que es lógicamente deducible que haga dado un contenido mental que acepto (sea conocimiento, creencias, etc.). Por otra parte, la fundamentación de dicho contenido mental tampoco requiere de dioses ni evaluadores externos, ya que se puede fundamentar perfectamente en hechos del mundo, y la mejor manera que tenemos para conocer dichos hechos es la labor científica. Espero que con esto tengan unas herramientas más o menos sólidas para responder la próxima vez que les digan cómo hacen para portarse bien sin tener a dios en su corazón, y si no les parece algo de la exposición, siéntanse libres de refinarla, modificarla y, si quieren, me cuentan.

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