Santos a los cristianos: "libertad de culto no se toca ni con el pétalo de una rosa" y "Santos inicia su campaña de reelección con cristianos" son dos de los titulares que podemos encontrar en El Espectador. Obviamente, ante estos títulos, las alarmas de violación del Estado laico se disparan; pero quisiera revisar detalladamente estas notas porque, aunque en efecto hay una clara violación al laicismo, debemos separar algunas cosas. Empecemos pues.
El presidente de la República, Juan Manuel Santos, le dijo este jueves a los miembros de la iglesia Casa sobre la Roca, que lidera el Pastor Darío Silva Silva, que la libertad de culto en Colombia se seguirá respetando.
“Todas las iglesias son igualmente libres ante la ley. Tenga la absoluta seguridad que esa libertad no se toca ni con el pétalo de una Rosa y yo como presidente se lo garantizo”, le dijo el mandatario al pastor Darío Silva Silva.Así mismo, el mandatario le dijo al líder religioso que la libertad religiosa “ejn (sic) Colombia es irreversible”.
Esto NO es violación del Estado laico. En efecto, el presidente de la República debería velar por el respeto a las libertades religiosas (y a la libertad de no profesar ninguna religión). Sin embargo, ¿Estará el presidente dispuesto a prometerle esto mismo a cualquier congregación religiosa, y no solo a cristianos y en actos conmemorativos de cristianos? ¿Estará dispuesto a respetar y a hacer respetar a los ateos, que carecemos de culto? En esta promesa no hay violación al laicismo, pero se puede esconder mucha hipocresía.
Además, el presidente le envió un salido (sic) “a todas las iglesias porque la labor que ustedes hacen es importante, es esa inspiración es lo que necesita una sociedad y las enseñanzas que Dios nos ha dado. Que eso se promulgue, que los principios se inculquen, que los valores se aprendan, que la sociedad aspire a ser cada vez mejor, por eso esa labor de pastores que ustedes hacen”.Además, Santos manifestó que “la labor del presidente también tiene algo de pastor y yo tengo que tratar ce decirle a mis ciudadanos que sean cada vez mejores”.
Esto SI es violación del Estado laico. Juan Manuel Santos cuenta con dos maneras de ser referenciado, y cada una de ellas tiene unos derechos y unos deberes: Uno es Juan Manuel Santos y otro es el presidente de la República (o el Jefe de Estado). En ese sentido, Juan Manuel Santos tiene el derecho de creer lo que quiera; en particular puede creer que las enseñanzas de dios son muy inspiradoras y pueden salvar una sociedad; pero el presidente de la República tiene el deber de proteger la laicidad del Estado y la libertad de cultos (misma que le estaba prometiendo a estas personas); y esta libertad no se protege dándole las mismas dádivas a todos los cultos (i.e. el presidente no debe ir de iglesia en iglesia diciéndole a las congregaciones que las enseñanzas de sus dioses particulares son lo que necesita una sociedad), sino separándose completamente de las expresiones con tintes de apoyo a cualquier culto particular. Por esto, si el presidente de la República dice cosas como las de los párrafos citados arriba, está violando el Estado laico.
El Jefe de Estado buscará la ‘bendición’ de una de las principales iglesias cristianas del país, comunidad religiosa que lo invitó a un acto público.
Esto, en sí mismo, NO es violación del Estado laico. El presidente de la República puede buscar el apoyo electoral de todo el país, sin distinción de raza, credo, ideología política, etc. Otra cosa es los métodos que pueda usar para buscar ese apoyo. Si su discurso, como presidente de la República, está plagado de referencias religiosas para atraer a los creyentes de dicha religión, estamos ante una violación del Estado laico. Aquí cabe mencionar que el caso de Santos es especial porque es un presidente-candidato, y en ese sentido su acto sí es una violación del laicismo. En el caso en el que un candidato normal usara los mismos métodos la línea no es tan clara. Yo pensaría que el mero hecho de hacer política metiendo religión ya da para una violación del Estado laico; y aquí quiero aclarar que meterle religión a la política NO ES profesar un culto en particular; es decir, un candidato puede tener sus creencias particulares y eso no lo hace menos apto ni lo hace violador del Estado laico. Meterle religión a la política (en tanto candidato) es hacer campaña apelando a la creencia y sentimentalismo de uno o varios cultos particulares.
Casa sobre la Roca es la iglesia que dirige Darío Silva Silva que cuenta con un importante número de seguidores de Bogotá. Actualmente tiene 28 sedes en todo el país.A este grupo cristiano asiste la exfiscal Viviane Morales Hoyos, actual candidata al Senado por el Partido Liberal, y su esposo Carlos Alonso Lucio.
Esto NO es violación del Estado laico. Ignoro la relevancia que pueda tener el hecho de que una candidata al Senado acuda a esta iglesia, pero para el caso que nos compete no tiene nada que ver. Como mencioné antes, Viviane Morales, en tanto Viviane Morales, tiene el derecho de creer en lo que quiera y de asistir a la iglesia que quiera. En ese aspecto de su vida actúa como Viviane Morales. Que sea candidata al Senado nada tiene que ver con su actuar en el ámbito privado, al igual que a Juan Manuel Santos no se le puede ni debe prohibir tener creencias particulares en su ámbito privado. Otra cosa es el actuar de una candidata al Senado o de un presidente de la República, ya que este actuar pertenece a la esfera pública, y tiene unos deberes como respetar la laicidad del Estado.
¿Por qué resulta importante señalar estos detalles? Porque al ser una sola persona la que goza de dos o más referencias, cada una con distintos derechos y deberes, a veces no es muy claro qué es lo que se está criticando, qué es lo que se está exigiendo, y qué raya con la violación de otros derechos (como la libertad de cultos de las personas). Si no se tiene claro el concepto de esfera pública y privada, ni los derechos y deberes que recaen sobre cada una de estas esferas, ni que referencia representa cada una de las esferas, se corre el riesgo de estar peleando por cosas que no son, de vulnerar derechos de otras personas (cuando lo que pretendemos es que se garanticen derechos, pero no vulnerando otros), o de creer que el asunto no es para tanto y que se está exagerando con esto del Estado laico.
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