jueves, 20 de noviembre de 2008

PRELUDIO (1)

FIESTA

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-Avalon aurgrentis.
Luego de pronunciar estas palabras me recuesto al lado de ella y cierro los ojos lentamente.
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Despierto. Estoy un poco ansioso, conocer gente nueva siempre me pone así. Tal vez no vea a nadie desconocido pero él tiene bastantes amigos que yo no conozco; y se me hace imposible no acompañarlo el día de su cumpleaños. Mientras medito acerca de las consecuencias de ir a la fiesta me doy un baño en la tina. Al cabo de varios minutos me percato que el tiempo ha pasado muy rápido y debo apresurarme; trato de vestirme lo más normal posible aunque me cuesta bastante trabajo, salgo rápidamente y tomo el primer taxi que pasa.
Al llegar a su casa siento una atmosfera carnavalesca. Lo llamo para anunciarle que estoy al frente de su puerta; él sale y me invita a entrar. Pasamos por un pequeño corredor que nos conduce a la sala, allí sus familiares departen en medio de risas y trago. Los saludo con algo de cariño recordando aquellas épocas en las que ellos hacían lo mismo cuando yo era tan solo un niño. Sigo caminando con él a través de un pasillo que nos conduce a las habitaciones, aquellas habitaciones en las que jugábamos por horas y horas; la melancolía por recordar unos años mas felices me invade y la certeza de que ahora somos otros atrae a la tristeza. Finalmente llegamos frente a una estrecha puerta de metal pintada de blanco, la cruzamos y llegamos al patio donde se encuentran los demás invitados. Reconozco a algunas personas y me acerco a saludarlas, tomo un trago y me siento en medio de dos amigos a discutir temas de antaño en una especie de mesa redonda formada únicamente por sillas.
Al pasar las horas, más personas se unen a nuestra conversación; como si todos hubiéramos convivido en una enorme casa durante todas nuestras vidas. En medio del debate, pronuncio unas palabras que no parecen ser de mayor trascendencia; Avalon aurgrentis. Luego de decir esto, una muchacha que estaba justo en frente mío, y de la cual no me había percatado, clavó su mirada en mi rostro, como si se hubiera develado ante sus ojos un gran misterio; no me quitó la mirada de encima durante toda la conversación, me sentía incomodo teniendo unos ojos sobre mí durante tanto tiempo; deje de lado las risas y los recuerdos para pensar en el por qué de su mirada penetrante sobre mí.
Llego la noche y más de uno ya estaba borracho, los demás bailaban al ritmo de estrepitosa música y yo permanecía sentado con un trago en mi mano y un pensamiento en mi cabeza. Me levante de la silla creyendo que ya era suficiente y que debía irme a mi casa, me despido del anfitrión y de sus invitados y me acerco a la puerta blanca. Antes de abrirla, alguien posa su mano sobre mi hombro, se acerca, pone sus labios cerca de mi oído y me susurra algo, luego pasa por en frente mío para desaparecer lentamente a lo largo del pasillo. Es hora de irme a mi casa.

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