martes, 30 de diciembre de 2014

¿USTED CREE EN EL AMOR? RESPUESTA DE UN ATEO.



Hace poco me preguntaron si yo, como ateo, creo en el amor. Sin dudarlo un segundo respondí que sí, y que para mí era, en pocas palabras, un desencadenamiento de reacciones químicas cerebrales que producen "algo".




Sin embargo, como buen filósofo cansón, y después de masticar un poco el asunto, debo reiniciar el asunto preguntando: ¿qué se está entendiendo por amor?

¿Por qué preguntar eso? Resulta que esa pregunta, la de si creo en el amor, no me la hicieron simplemente por querer averiguarme la vida. Me la hicieron a causa de presentarme como ateo. Es decir, la pregunta, intencionadamente o no, viene con una carga específica; a saber, parece querer insinuar que un ateo no puede amar, o que, de hacerlo, está en una especie de posición contradictoria, o que, ya que se apega tanto a la razón y la ciencia, está desconociendo los sentimientos, o los reduce a algo "aburrido y sin gracia" al tratar de explicarlos como fenómenos físico-químicos, o consecuencias de estos últimos.

Todo esto me lleva a considerar que la noción de amor con la que estamos tratando es una que lo delimita en el campo de las pasiones y/o las pulsiones, y que la razón no puede entrar ahí ni por equivocación. Y si vemos los memes y las publicaciones cursis que circulan a diario por redes sociales, me parece que podemos convenir en que esta es una manera muy común de interpretar al amor.

Sin embargo, esto también conduce a algunas contradicciones. Una de las ideas que más veo pasar por publicaciones amorosas es algo que se puede resumir en la siguiente frase: el verdadero amor consiste en aceptar al otro con sus virtudes y sus defectos. Pero, ¿cómo diantres van a estar conscientes de los defectos del otro si su único motor son las pasiones? Esto es algo que vemos también mucho, el amado es perfecto a los ojos del amante, y cualquier problemilla que asome es rápidamente racionalizado y pasado como algo "bueno", o al menos no tan grave. Si van a echar a patadas a la razón, ¿cómo van a identificar y a amar los defectos del otro, si sus impulsos los llevan a idealizar a ese otro?

Pero tal vez el problema no esté por ahí. Tal vez el problema está en que no queremos que nos expliquen el amor porque pensamos que perderá la gracia, y todas esas metáforas melosas perderán sentido ante palabras que suenan estériles como "oxitocina". Este problema puede surgir de un mal acercamiento al conocimiento científico. Lo vemos como un "mata pasiones", una explicación no pedida, parafraseando a Ned Flanders en el capítulo "Lisa la escéptica", vemos a la ciencia como un hablantín que arruina la historia contándonos el final.

¿Cómo puede entonces un ateo amante de la razón apreciar y valorar el amor? Apreciando y valorando la ciencia que trata de explicarlo. Uno de nuestros motores, como seres humanos, es la curiosidad. ¿Por qué ponerlo en contra de una poderosa emoción, que también actúa como motor, como lo es el amor? ¿Por qué sentir curiosidad por el amor no puede ser suficiente para asombrarnos?

Obviamente, la poesía y las idealizaciones que han hecho del amor muchos autores a lo largo de la historia son capaces de conmovernos y de movernos las fibras más sensibles, y eso es algo que un ateo también puede disfrutar. Podemos ser todo lo cursis que queramos, y hablar de ángeles y paraísos como metáforas del ser amado, porque el lenguaje poético no nos es vedado por aprovechar imágenes propias de las religiones, o por usar ideas fantasiosas que de ninguna manera se corresponden con la realidad.

Pero, ¿no es también emocionante pensar en qué mecanismo se activa para desencadenar una reacción química al ver a esa persona que amamos? Encuentro realmente excitante la idea de divagar sobre qué pasa en mi cerebro para que, con el solo hecho de oír la voz de alguien que me gusta, se dispare una dosis de adrenalina, el corazón lata más fuerte, y se dibuje una sonrisa de idiota de la que ni siquiera nos percatamos; o tratar de entender por qué una persona súper ordenada puede enamorarse de la persona más desordenada del mundo, y cómo pueden conciliar estas vicisitudes. ¿No incrementa eso la belleza poética del amor?

Entonces sí, creo en el amor, y también creo que una explicación científica del mismo, lejos de volverlo aburrido y estéril, lo potencia, lo hace más bello, lo enaltece, y nos puede deslumbrar tanto o más que el poema más emotivo; tal y como nos lo muestra Isaac Asimov con la astronomía.


2 comentarios: