Cuando los bárbaros Godos entraron a Roma a devastarla, muchos acusaron al cristianismo por dicha catástrofe, argumentando que la invasión era culpa de las creencias cristianas y el rechazo a los dioses romanos. Al notar esto, Agustín de Hipona decidió defender la "ciudad de Dios" (la fe cristiana) en oposición a la ciudad de los hombres (Roma) que había caído en la desgracia, la depravación y la corrupción.
En su defensa, Agustín aprovecha para dar cuenta de algunos inconvenientes relacionados con el maravilloso amor de dios. En particular, los paganos cuestionan la férrea defensa de dios por parte de los creyentes cuando estos han sufrido las mismas torturas y catástrofes que los demás a manos de los bárbaros, y dios no ha movido un solo dedo para protegerlos o ayudarlos.