Cuando estamos aprendiendo matemáticas y geometría aprendemos a dividir cosas como círculos en partes iguales, pero cuando estamos frente a un pastel de cumpleaños jamas sacamos regla, compás, papel y lápiz para dividirlo y darle a todos partes iguales.
Con la ética pasa algo parecido. Generalmente la vemos en contextos muy específicos (como la ética empresarial o la ética medica) o en casos de "que pasaría si..."; y aunque esos "que pasaría si" no son tan descabellados aplicados al mundo real sí son algo extraordinarios. No me imagino a muchos de nosotros montados en un tren decidiendo si presionamos un botón para cambiar de vías y matar a una persona para salvar a cinco; y aún en casos más "normales" como un aborto o una muerte asistida nuestra participación tampoco es significativa; es decir, no somos participes de un evento de estos una vez por semana.
Tal vez por esto no le prestamos mucha atención a lo que la ética tiene que decirnos. No le vemos mayor aplicación a nuestra vida diaria y muchos nos limitamos a cumplir con lo establecido por la ley humana o divina, y si nos preguntan por qué no se debe matar o robar o mentir no tenemos muchas opciones para responder a parte de "porque es malo" o "porque así me enseñaron".
Pero, ¿Que pasa cuando queremos explicar un acto que no se corresponde con un crimen terrible o con una decisión entre la vida y la muerte? Aquí entra nuestro amigo Aristóteles. Personalmente la idea de la racionalidad práctica de Aristóteles me encanta (a pesar de que tenga algunos problemas), pero no es mi intención aburrirlos con teorías filosóficas. Si les interesa averiguar por su parte pueden consultar la Ética a Nicómaco o a algún neoaristotélico como Philippa Foot y su Natural Goodness. Aquí simplemente les quiero mostrar unas ideas sencillas que, según mi visión, es lo que plantea Aristóteles.
Hace unos días iba en transmilenio* y por andar despistado me pasé la estación en la que me tenía que bajar y tuve que ir hasta el portal. El portal es la última estación de la ruta que llega y la primera de la ruta que sale, así que cuando el bus llega al portal toda la gente debe bajarse para que el bus tome ahora la ruta de ida y se llene con los que esperan esa ruta en el portal. Cuando el bus en el que iba llegó al portal era hora pico así que había muchísima gente esperando y el bus en el que iba estaba completamente lleno. Cuando paró nos disponíamos a bajar cuando de entre el tumulto de gente que esperaba para subir apareció un señor que sin dudarlo un instante se subió al bus viendo que estaba lleno. El señor en cuestión dificultó la salida de todos nosotros ya que no se movía de la entrada y la bloqueaba impidiendo la salida; además, gracias al reflejo de las masas, otras personas empezaron a hacer lo mismo que el señor y se armó el caos.
Si le preguntáramos al señor por que hizo lo que hizo seguramente contestara que porque tenia afán o porque estaba cansado de esperar. pero, ¿Es esta una respuesta válida? ¿Justificaríamos su actuación en base al cansancio y el afán? Pensemos por un momento en la manera correcta de actuar. Obviamente el señor pretendía subirse al bus y obtener una silla ya que transmilenio es el paradigma de la incomodidad a cualquier hora, pero en su afán por conseguir su objetivo esta perjudicando a todos los que nos queremos bajar y a todos los que se quieren subir ya que esta armando un caos horrible. ¿No sería mejor esperar a que se bajen todos para poder subir? Si la excusa del señor es el afán estaría actuando irracionalmente al crear un caos que retrasa la partida del bus. Lo más racional, y por ahí derecho lo mejor que puede hacer o lo correcto, es esperar para subir sin importar si por esa espera se queda sin silla.
Así escrito el razonamiento parece muy engorroso para una situación que requiere un actuar rápido, pero si lo vemos detenidamente no es nada del otro mundo. El tiempo que ocupamos razonando, sopesando opciones y escogiendo el mejor camino para actuar nos lo ahorramos en disgustos, problemas y retrasos. ¿Que tal si aplicamos la misma táctica para todos los aspectos de nuestra vida? Obviamente hay situaciones que no representan un mejor o un peor resultado. Decidir entre desayunar café o jugo no significará tomar una mala decisión si escojo uno por encima del otro, pero decidir si me paso el semaforo en rojo porque voy tarde, decidir si llevo el carro a la rumba sabiendo que puedo pasarme de tragos, decidir si le pongo los cachos a mi novia porque está fuera del país, ese tipo de decisiones si se pueden considerar como buenas o malas independientemente de que las consecuencias sean nefastas o no.
Con esto no quiero que adopten la filosofía aristotélica en sus vidas ni que me crean todo lo que les acabe de decir. Si ud señor lector es mas del tipo "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti" o del tipo de seguir reglas no importa. Mi invitación es a que hagan el ejercicio de pensar antes de actuar, de preguntarse ustedes mismos ¿Por qué hice eso? y ver si sus justificaciones son válidas, y sobretodo mi invitación es a que veamos la bondad o maldad de las cosas que hacemos, no sólo hacia los demás sino hacia nosotros mismos y tampoco desde una perspectiva moralista o condenativa de bien y mal sino de qué tan provechoso es eso, si me va a traer alegrías o penas y si vale la pena hacerlo.
*Sistema de transporte público bogotano
Con la ética pasa algo parecido. Generalmente la vemos en contextos muy específicos (como la ética empresarial o la ética medica) o en casos de "que pasaría si..."; y aunque esos "que pasaría si" no son tan descabellados aplicados al mundo real sí son algo extraordinarios. No me imagino a muchos de nosotros montados en un tren decidiendo si presionamos un botón para cambiar de vías y matar a una persona para salvar a cinco; y aún en casos más "normales" como un aborto o una muerte asistida nuestra participación tampoco es significativa; es decir, no somos participes de un evento de estos una vez por semana.
Tal vez por esto no le prestamos mucha atención a lo que la ética tiene que decirnos. No le vemos mayor aplicación a nuestra vida diaria y muchos nos limitamos a cumplir con lo establecido por la ley humana o divina, y si nos preguntan por qué no se debe matar o robar o mentir no tenemos muchas opciones para responder a parte de "porque es malo" o "porque así me enseñaron".
Pero, ¿Que pasa cuando queremos explicar un acto que no se corresponde con un crimen terrible o con una decisión entre la vida y la muerte? Aquí entra nuestro amigo Aristóteles. Personalmente la idea de la racionalidad práctica de Aristóteles me encanta (a pesar de que tenga algunos problemas), pero no es mi intención aburrirlos con teorías filosóficas. Si les interesa averiguar por su parte pueden consultar la Ética a Nicómaco o a algún neoaristotélico como Philippa Foot y su Natural Goodness. Aquí simplemente les quiero mostrar unas ideas sencillas que, según mi visión, es lo que plantea Aristóteles.
Hace unos días iba en transmilenio* y por andar despistado me pasé la estación en la que me tenía que bajar y tuve que ir hasta el portal. El portal es la última estación de la ruta que llega y la primera de la ruta que sale, así que cuando el bus llega al portal toda la gente debe bajarse para que el bus tome ahora la ruta de ida y se llene con los que esperan esa ruta en el portal. Cuando el bus en el que iba llegó al portal era hora pico así que había muchísima gente esperando y el bus en el que iba estaba completamente lleno. Cuando paró nos disponíamos a bajar cuando de entre el tumulto de gente que esperaba para subir apareció un señor que sin dudarlo un instante se subió al bus viendo que estaba lleno. El señor en cuestión dificultó la salida de todos nosotros ya que no se movía de la entrada y la bloqueaba impidiendo la salida; además, gracias al reflejo de las masas, otras personas empezaron a hacer lo mismo que el señor y se armó el caos.
Si le preguntáramos al señor por que hizo lo que hizo seguramente contestara que porque tenia afán o porque estaba cansado de esperar. pero, ¿Es esta una respuesta válida? ¿Justificaríamos su actuación en base al cansancio y el afán? Pensemos por un momento en la manera correcta de actuar. Obviamente el señor pretendía subirse al bus y obtener una silla ya que transmilenio es el paradigma de la incomodidad a cualquier hora, pero en su afán por conseguir su objetivo esta perjudicando a todos los que nos queremos bajar y a todos los que se quieren subir ya que esta armando un caos horrible. ¿No sería mejor esperar a que se bajen todos para poder subir? Si la excusa del señor es el afán estaría actuando irracionalmente al crear un caos que retrasa la partida del bus. Lo más racional, y por ahí derecho lo mejor que puede hacer o lo correcto, es esperar para subir sin importar si por esa espera se queda sin silla.
Así escrito el razonamiento parece muy engorroso para una situación que requiere un actuar rápido, pero si lo vemos detenidamente no es nada del otro mundo. El tiempo que ocupamos razonando, sopesando opciones y escogiendo el mejor camino para actuar nos lo ahorramos en disgustos, problemas y retrasos. ¿Que tal si aplicamos la misma táctica para todos los aspectos de nuestra vida? Obviamente hay situaciones que no representan un mejor o un peor resultado. Decidir entre desayunar café o jugo no significará tomar una mala decisión si escojo uno por encima del otro, pero decidir si me paso el semaforo en rojo porque voy tarde, decidir si llevo el carro a la rumba sabiendo que puedo pasarme de tragos, decidir si le pongo los cachos a mi novia porque está fuera del país, ese tipo de decisiones si se pueden considerar como buenas o malas independientemente de que las consecuencias sean nefastas o no.
Con esto no quiero que adopten la filosofía aristotélica en sus vidas ni que me crean todo lo que les acabe de decir. Si ud señor lector es mas del tipo "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti" o del tipo de seguir reglas no importa. Mi invitación es a que hagan el ejercicio de pensar antes de actuar, de preguntarse ustedes mismos ¿Por qué hice eso? y ver si sus justificaciones son válidas, y sobretodo mi invitación es a que veamos la bondad o maldad de las cosas que hacemos, no sólo hacia los demás sino hacia nosotros mismos y tampoco desde una perspectiva moralista o condenativa de bien y mal sino de qué tan provechoso es eso, si me va a traer alegrías o penas y si vale la pena hacerlo.
*Sistema de transporte público bogotano
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