Cuando uno se cree dios de sí mismo la cosa es hasta chévere. Le tiene que rendir cuentas a la propia conciencia, si ayuda al viejito a cruzar la calle lo hace porque se le da la gana y no para sobornar a san Pedro, cuando se alcoholiza y le quiere caer a la mejor amiga lo hace sin temor a irse al infierno, la posibilidad de sufrir de baja autoestima puede decaer, etc.
Pero cuando otros creen que alguien(y me refiero a un "alguien" humano) es dios la cosa ya no es chévere, es mas bien ridícula, incluso peligrosa. Porque las personas podemos influenciar y dejarnos influenciar de muchas maneras, podemos ser maestros y discípulos, podemos admirar y ser admirados. Pero en el punto en el que se endiosa o somos endiosados ya la cuestión se pone fea.
Miremos por ejemplo el caso más gracioso: Maradona. Este señor fue grande entre los grandes, tuvo la fortuna de dedicarse al fútbol y el talento necesario para ser un éxito. Pero su grandeza futbolística no lo excusa de llevar una vida pendenciera. Y esta bien, es su vida y ya vimos que uno puede ser dios de sí mismo, pero aquellos que lo ven como dios y hasta llegan a rezarle no ven fallo alguno en él. Y no lo ven no porque consideren que es su vida y allá él con lo que haga o deje de hacer, sino porque les parece que, por ser un dios para ellos, no importa lo que haga siempre estará en lo correcto.
Ese es, señoras y señores, el problema de los creyentes en dioses humanos. Para ellos todo vale, no por un criterio de libre expresión del individuo sino por una frase que los creyentes en dioses divinos usan con frecuencia: porque dios sabe como hace sus cosas, y ellos acatan y celebran ciegamente todo lo que su dios de carne haga.
Maradona no nos importa aquí mas que como referente introductorio. Al fin y al cabo lo que haga o deje de hacer no afecta en gran medida, excepto por los seguidores de la selección argentina. Pero hay otros casos de mucho más cuidado y más terroríficos: Hugo Chavez.
Para los que hacen uso de la mal llamada "perubolica" (digo mal llamada porque ultimamente hay canales de todo lado menos de Perú), es común ver, en alguno de los canales que aun no ha cancelado este señor, su habitual programa "Aló Presidente". Al cabo de ver unos minutos (si es que el televidente aguanta) este "programa", nos damos cuenta que estamos ante una reunión de sanación de algún centro de reavivamiento del espíritu santo. El señor este pronuncia dos palabras, echa uno que otro madrazo como si de un aleluya se tratase y todo el público presente aplaude, chifla, grita y alza los brazos cual comando cuando Millonarios hace un gol. Acto seguido suelta una verborrea digna de los hermanos Gasca, porque de la situación interna y externa del país poco se oye (o se oía, desde que mi papa actualizo la señal televisiva perdí la grata opción de seguirlo viendo), y el circo de aplausos y gritos continúa.
Me gustaría creer que las personas que asisten a ese programa como público reciben un "muy buen" incentivo económico por ir allá (tipo familias en acción), no porque sea mas correcto (porque amenazar a una familia con quitarle un subsidio si no va a una manifestación es un despropósito...esperen, ¿eso paso en Venezuela?) sino porque al menos salvaría la integridad mental de los asistentes.
A que viene todo esto se preguntaran ustedes. Viene a que el fin de semana pasado aquí en Colombia hubo un día de "marchas para agradecerle al Presidente". Cual caballeros de la Virgen de Fátima o peregrinos hacia la Meca, el pueblo colombiano saldría a agradecer el trabajo (por el cual se le paga) del señor Presidente. Algo así como si cuando uno se va a subir al transmilenio y lo encuentra, además de reluciente, adornado con encajes y moños y perfumado, le hiciera una marcha a la señora o al señor que lo aseó por cumplir maravillosamente su trabajo.
Por supuesto que sí alguien hace bien su trabajo hay que felicitarlo. De no ser así no habría premios Nobel, Oscar, Grammys, etc., pero ¿Una marcha? Aquí en Colombia la marcha a perdido su propósito para convertirse en el desfile de incautos que entra triunfante después del circo de pueblo que deslumbra con artificios y luces pero que trae al malabarista cojo y al mago enfermo. ¿Y todo esto por qué? Porque no se marchaba por alguien que cumplió o no su trabajo, eso era lo de menos. Se marchaba por alguien a quien los marchantes consideraban dios, el salvador de esta olla a punto de hervir. Tanto así que en las noticias un osado "cienciologo uribista" pidió, rogó por una alcaldía de su señor todopoderoso. Porque, si pudo con la guerrilla (cosa tan falsa como las bases de la cienciología "verdadera") podrá con la inseguridad y el metro.
Y es que endiosar a alguien no necesariamente es montarle iglesia, salmos, cánticos y estatuas. Es acatar todo lo que haga sin cuestionamientos, sin ser capaces de decir "lo hizo por...y esta bien por....y por..." ni de levantar una opinión en contra cuando hace algo mal o rechazar toda contraposición porque "son de
terroristas vestidos de civil herejes".
Cuando los dioses mortales consiguen creyentes abnegados son imparables, y consiguen que un gol hecho con la mano sea glorificado como un estandarte de habilidad y no como una infracción, consiguen que un departamento corrupto intercepte medio país y no pase nada porque para tapar todo eso (y mucho mucho más) esta la operación jaque, consiguen que un pueblo entero pase hambre mientras ellos amenazan con sukhois.
Pueden haber sido grandes, eso no se les va a negar aquí, pueden haber hecho cosas muy buenas, pero también se han equivocado como humanos que son e incluso han ido más allá y han cometido errores o astucias que conllevan a desastres; y como este no es el conocido "el que peca y reza empata" no hay motivo para creer que todo lo que hacen lo hacen "porque ellos saben". Esta bien admirar y enaltecer las buenas acciones pero no sin antes haber cuestionado y castigado las malas. Si algo nos ha enseñado la historia es que los hombres aclamados por las multitudes pueden ser capaces de cosas muy pero muy malas...y también pueden, después de haber sido héroes, caer hasta lo mas bajo que sus terrenales cuerpos permitan.