Una palabra no es tan solo un palabra.
Es la transmutación de una idea en sonidos y tinta.
Una palabra es sentimiento.
Es una expresión del alma traducida por la razón y comunicada por el cuerpo.
Una palabra no es significado.
Es una descripción efímera de un algo indescifrable.
Una palabra no es trascendente.
Es el limitante de aquello que sí es trascendente e infinito, pero que nosotros necesitamos comprender como finito.
Estas palabras no son racionales.
Son incoherencias que ante el lector aparecen ya sublimes, ya banales.
Pero al fin y al cabo ¿Quien dice que un demente no puede expresar sus fantasías?
Una palabra no posee existencia.
Es la conexión entre la realidad y nuestros sueños, expresada de una forma inadvertida.
Una palabra somos tu y yo.
Inmortalizados en el tiempo, subyugados a un recuerdo que no tuvo lugar; pero con el cual me regocijo al inventar.
Una palabra. Tan solo una palabra.
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