sábado, 29 de noviembre de 2008

PRELUDIO (2)

CITA

*

- Aló.
- Hola. Como estás.
- ¿Con quien hablo?
- ¿No te acuerdas de mí? Soy el amigo de Juan, el de la fiesta. Me diste tu número cuando iba saliendo y me pediste que te llamara.
- Hola. Ya te recuerdo.
- Quería saber si te gustaría tomar un café conmigo.
- Claro, me encantaría.
- A las seis en el bar Poussini, en el centro, te parece bien.
- Perfecto. Allí estaré.

**

El día se pasa con una lentitud pasmosa. Trato de concentrarme frente al computador para adelantar algo de trabajo para la universidad pero no puedo, no me puedo sacar de la cabeza a aquella muchacha enigmática. ¿Por qué no dejó de mirarme en la fiesta? ¿Y por qué me dio su número telefónico y me pidió que la llamara? Mi razón me decía que era una situación muy extraña pero algo dentro de mi me incitaba a saber más acerca de ella; la intriga puede más que la desconfianza, por eso me arriesgue a llamarla, pero ahora la incertidumbre y la ansiedad luego de pactada la cita me consumen.
Miro el reloj una y otra vez, los minutos son eternos y durante cada uno de ellos mi mente se hunde en pensamientos vagos; imagino qué me dirá, que me responderá si le hago una de esas tantas preguntas que danzan entre mi memoria, que podría querer de mi, por qué se intereso de repente en una persona a la que no conocía.
Trato de relajarme un poco, enciendo un cigarrillo y me doy un paseo por mi casa; cada bocanada de humo es un minuto menos de espera. Voy a la cocina y me preparo un café, lo sirvo y me siento en el sofá mirando el curso del sol a lo largo de un cielo completamente azul, es como observar una pintura que se renueva a cada segundo. Miro el reloj y enciendo otro cigarrillo. Salgo de ese pequeño trance en el que me encuentro inducido al ver por la ventana y decido tomar un baño. La hora se acerca.
Entro a mi habitación buscando mis anteojos en medio de un desorden casi post-apocalíptico. Verifico que todas las luces queden apagadas y me dispongo a salir. Al cerrar la puerta una sensación recorre mi cuerpo, como un escalofrío, pero se la atribuyo al frío penetrante que hace en la ciudad. Verifico que todo esta bien para partir y me voy hacia la avenida para esperar el bus. No hay marcha atrás.

***
Son casi las seis y media y ella no aparece por ningún lado. La paciencia no es una de mis virtudes pero sin embargo sigo ahí, esperando, como quien espera con ansias una noticia que, ya buena ya mala, necesita obtener.
Pasan de las siete, me resigno a volver a mi casa no con el dolor de una cita incumplida – al fin y al cabo era alguien a quien ni siquiera conocía – sino con la desazón de tener muchas incógnitas sin resolver. Me acerco a la avenida para tomar un bus de regreso a mi hogar y mientras doy pasos lentos hacia la calle, como si esa esperanza de verla aparecer en el horizonte siguiera viva, un tímido dedo golpea sobre mi hombro.
- Disculpe señor, ¿Usted sabe donde queda el bar Poussini?

jueves, 20 de noviembre de 2008

PRELUDIO (1)

FIESTA

*
-Avalon aurgrentis.
Luego de pronunciar estas palabras me recuesto al lado de ella y cierro los ojos lentamente.
**
Despierto. Estoy un poco ansioso, conocer gente nueva siempre me pone así. Tal vez no vea a nadie desconocido pero él tiene bastantes amigos que yo no conozco; y se me hace imposible no acompañarlo el día de su cumpleaños. Mientras medito acerca de las consecuencias de ir a la fiesta me doy un baño en la tina. Al cabo de varios minutos me percato que el tiempo ha pasado muy rápido y debo apresurarme; trato de vestirme lo más normal posible aunque me cuesta bastante trabajo, salgo rápidamente y tomo el primer taxi que pasa.
Al llegar a su casa siento una atmosfera carnavalesca. Lo llamo para anunciarle que estoy al frente de su puerta; él sale y me invita a entrar. Pasamos por un pequeño corredor que nos conduce a la sala, allí sus familiares departen en medio de risas y trago. Los saludo con algo de cariño recordando aquellas épocas en las que ellos hacían lo mismo cuando yo era tan solo un niño. Sigo caminando con él a través de un pasillo que nos conduce a las habitaciones, aquellas habitaciones en las que jugábamos por horas y horas; la melancolía por recordar unos años mas felices me invade y la certeza de que ahora somos otros atrae a la tristeza. Finalmente llegamos frente a una estrecha puerta de metal pintada de blanco, la cruzamos y llegamos al patio donde se encuentran los demás invitados. Reconozco a algunas personas y me acerco a saludarlas, tomo un trago y me siento en medio de dos amigos a discutir temas de antaño en una especie de mesa redonda formada únicamente por sillas.
Al pasar las horas, más personas se unen a nuestra conversación; como si todos hubiéramos convivido en una enorme casa durante todas nuestras vidas. En medio del debate, pronuncio unas palabras que no parecen ser de mayor trascendencia; Avalon aurgrentis. Luego de decir esto, una muchacha que estaba justo en frente mío, y de la cual no me había percatado, clavó su mirada en mi rostro, como si se hubiera develado ante sus ojos un gran misterio; no me quitó la mirada de encima durante toda la conversación, me sentía incomodo teniendo unos ojos sobre mí durante tanto tiempo; deje de lado las risas y los recuerdos para pensar en el por qué de su mirada penetrante sobre mí.
Llego la noche y más de uno ya estaba borracho, los demás bailaban al ritmo de estrepitosa música y yo permanecía sentado con un trago en mi mano y un pensamiento en mi cabeza. Me levante de la silla creyendo que ya era suficiente y que debía irme a mi casa, me despido del anfitrión y de sus invitados y me acerco a la puerta blanca. Antes de abrirla, alguien posa su mano sobre mi hombro, se acerca, pone sus labios cerca de mi oído y me susurra algo, luego pasa por en frente mío para desaparecer lentamente a lo largo del pasillo. Es hora de irme a mi casa.

martes, 4 de noviembre de 2008

PALABRAS

Una palabra no es tan solo un palabra.
Es la transmutación de una idea en sonidos y tinta.

Una palabra es sentimiento.
Es una expresión del alma traducida por la razón y comunicada por el cuerpo.

Una palabra no es significado.
Es una descripción efímera de un algo indescifrable.

Una palabra no es trascendente.
Es el limitante de aquello que sí es trascendente e infinito, pero que nosotros necesitamos comprender como finito.

Estas palabras no son racionales.
Son incoherencias que ante el lector aparecen ya sublimes, ya banales.

Pero al fin y al cabo ¿Quien dice que un demente no puede expresar sus fantasías?

Una palabra no posee existencia.
Es la conexión entre la realidad y nuestros sueños, expresada de una forma inadvertida.

Una palabra somos tu y yo.
Inmortalizados en el tiempo, subyugados a un recuerdo que no tuvo lugar; pero con el cual me regocijo al inventar.

Una palabra. Tan solo una palabra.

lunes, 3 de noviembre de 2008

EL FIN

Curioso video que hace caer en cuenta de algo tan evidente que, al cabo de unos minutos de haberlo visto, será olvidado. La vida en realidad es algo bastante corto y cuyo final puede resultar abrupto; y hay veces en las que en realidad es difícil decir un "te amo", "te quiero", "te extraño", dar un abrazo, un beso, o simplemente una palabra de ánimo o de afecto. Pero no se vería tan difícil si consideramos que, por alguna eventualidad, podría no presentarse la oportunidad de hacerlo.

SEGURIDAD



Cualquier parecido con la realidad es evidente pura coincidencia.